lunes, 12 de mayo de 2008

Continuación de la carta a García

En cierta ocasión me decía el jefe de una gran fábrica: "Ve usted a ese contador que está allí?"
"Lo veo, ¿y qué?"
"Es un gran contabilista; pero si lo envio a la parte alta de la ciudad con cualquier objeto, puede que desempeñe la misión correctamente; pero puede ser también que en su viaje se detenga en cuatro cantinas y al llegar a la calle principal de la ciudad haya olvidado absolutamente a qué iba". ¿Podría confiársele a un tío semejante la carta para García?

En los últimos tiempos es frecuente oir hablar con gran simpatía del pobre trabajador víctima de la explotación industrial, del hombre honrado, sin trabajo, que por todas partes busca inútilmente emplearse. Y a todo esto se mezclan palabras duras contra los que están arriba, y nada se dice del jefe de industria que envejece prematuramente luchando en vano por enseñar a ejecutar a otros un trabajo que ni quieren aprender ni les importa; ni de su larga y paciente lucha con colaboradores que no colaboran y que sólo esperan verlo volver la espalda para malgastar el tiempo. En todo almacén, en toda fábrica, hay una continua renovación de empleados. El jefe despide a cada instante a individuos incapaces de impulsar su industria y llama a otros a ocupar sus puestos. Y esta escogencia no cesa en tiempo alguno ni en los buenos ni en los malos. Con la sola diferencia de que cuando hay escasez de trabajo la selección se hace mejor; pero en todo tiempo y siempre el incapaz es despedido; "la ley de la supervivencia de los mejores se impone".

Por interés propio todo patrono conserva a su servicio a los más hábiles: aquellos capaces de llevar la carta a García.
Conozco a un hombre de facultades verdaderamente brillantes, pero inhábil para manejar sus propios negocios y absolutamente inútil para gestionar los ajenos, porque lleva siempre consigo la insana sospecha de que sus superiores lo oprimen o tratan de oprimirlo. Ni sabe dar órdenes ni sabe recibirlas. Si se enviara con él la carta a García, contestaría muy probablemente: "llévela usted". Hoy este hombre vaga por las calles en busca de oficio, mientras el viento silba al pasar entre las hilachas de su vestido. Nadie que lo conozca se atreve a emplearlo por ser él un sembrador de discordias. No le entra la razón y sólo sería sensible al taconazo de una bota número 45 de doble suela.
Comprendo que un hombre tan deformado moralmente merece tanta compasión como si lo fuera físicamente; pero al compadecerlo recordemos también a aquellos que luchan por sacar triunfante una empresa, sin que sus horas de trabajo estén limitadas por el pito de la fábrica, y cuyo cabello se torna prematuramente blanco en la lucha tenaz por conservar sus puestos a individuos de indiferencia glacial, imbéciles e ingratos que le deben a él el pan que se comen y el hogar que los abriga.
¿Habré exagerado demasiado? Puede ser; pero cuando todo el mundo habla de los trabajadores, así, sin distinción ninguna; quiero tener una frase de simpatía para el hombre que logra éxito; para aquél que luchando contra todos los obstáculos, dirige los esfuerzos de los otros, y cuando ha triunfado, sólo obtiene por recompensa --si acaso-- pan y abrigo. Yo también he trabajado a jornal y me he hecho la comida con mis propias manos; he sido patrono y puedo juzgar por experiencia propia y sé que hay mucho que decir de parte y parte. La pobreza no da excelencia por sí sola; los harapos no son recomendación; no todos los patronos son duros y rapaces, ni todos los pobres son virtusosos.
Mi corazón está con aquellos obreros que trabajan lo mismo cuando el capataz está presente que cuando está ausente. Y el hombre que se hace cargo de una carta para García y la lleva tranquilamente sin hacer preguntas idiotas, y sin la intención perversa de arrojarla en la primera alcantarilla que se encuentra al paso, y sin otro objetivo que llevarla a su destino; a este hombre jamás se le despedirá de su trabajo, ni tendrá jamás que entrar en huelga para obtener un aumento de salario. La civilización es una lucha prolongada en busca de tales individuos. Todo lo que un hombre de esta clase pida, lo tendrá; lo necesitan en todas partes; en las ciudades, en los pueblos, en las aldeas, en las oficinas; en las fábricas; en los almacenes. El mundo los pide a gritos, el mundo está esperando siempre ansioso el advenimiento de hombres capaces de llevar la carta a García.
El mundo confiere su mejores premios tanto en honores como en dinero, a una sola cosa: a la iniciativa.

3 comentarios:

Unknown dijo...

hacer la cosas bien hechas debe ser la meta de toda persona sin ver el hecho de los demas al igual nosotros como personas debemos queitarnos el paradigma de que nuestros superiores siempre nos quieren llamar la atencion o estan esperando nuestro error para regañarnos debemos crear la mentalidad de pensar y hacer siempre la coas bienhechas y al tiempo sin importar la presencia o no del nuetsros superiores, de esta manera siempre nos veran con buenos ojos y tendran confianza en nosotros.

walter guete montalvo

Unknown dijo...

Es importante que tengamos en cuenta en desempeñar nuestras funciones bien, sin estar pendiente al dira nuestro jefe, para que al final exista una satisfación de ambas partes, y valorar los concejos y enseñanzas que nos brinda nuestros superiores y que si nos llaman la atención por alguna función mal desempeñada no tomarlo por la parte negativa por que esto ayuda a un mal ambiente de trabajo, debemos sacar la parte buena de ese llamado de atención y pensar que nuestro jefe quiere que nos superemos dia a dia para beneficio propio y de la empresa.

harold suarez dijo...

Hacer las cosa bien sin importar lo difícil que parezca, es lo importante para que una empresa siempre tengamos el apoyo de nuestros jefes y no los tengamos al pie con el rejo, esperando un azote para comenzar a hacer lo que sabemos que se debe hacer, para entrar a una empresa se nos da una oportunidad, y para salir de la empresa la oportunidad nos las creamos nosotros, solo con la forma de realizar nuestro trabajo decidimos cuando salir.

Harold Suárez correa